Fue en la huerta de Moncada, Valencia, en plena
revolución industrial, cuando una joven humilde, y trabajadora,
Francisca Pascual Domenech, escucha el grito dolorido de los humildes de su tiempo: el de la obrera en la fábrica de seda o de tabaco,
de las niñas que obligadas a trabajar crecían sin infancia ni educación; del transeúnte o anciano abandonado, del enfermo
marcado por la lepra, escondido
en el valle de Fontilles; de los
niños sin futuro por discapacidad
auditiva o visual…
Convencida de que el amor de Dios transforma la vida de los
débiles y desfavorecidos, funda en Valencia
la Congregación de Hnas. Franciscanas de la Inmaculada en el año
1876, guiada por el ejemplo del Pobrecillo de Asís. Y así comienza la
andadura de esta Congregación, en la hermosa y al mismo tiempo difícil tarea de
elegir a los sencillos para construir
con ellos una opción de fraternidad, de paz y bien.
Por eso para las Franciscanas de la Inmaculada, la educación
hacia los más débiles es un imperativo ineludible. Creen en la educación como
instrumento insustituible en el crecimiento personal y el progreso social, y
hacia ella vuelcan su empeño más
querido. Hoy en España su propuesta
educativa busca integrar y potenciar las dimensiones básicas del ser humano, convertir sus colegios en una invitación viva a
“hacer
siempre el bien” con
solicitud y alegría, en crecimiento y libertad
personal.
La intuición de M. Francisca es seguida actualmente, los
educadores, religiosas y seglares, que
dedican su vida a impulsar el
crecimiento humano, espiritual y cultural de la infancia y juventud en
11 colegios de España, 3 en la ciudad de Valencia y otros en las localidades de Alzira, Torrent, Benisa, Palma de
Mallorca, Málaga, Madrid, Teruel y
Zaragoza.
Agrupan a 440 maestros y profesores, rehabilitadores y
terapistas… que hacen visible el carisma recibido entre 5.300 niños y jóvenes y sus familias.
Hermanas y profesores sienten en el día a día, que “el
amor de Dios si no se expansiona en el prójimo,
es una tragedia” y responden a esta convicción con su entrega y buen hacer profesional en unos
colegios que desean abiertos a los nuevos enfoques educativos.
En esta escuela cambiante que amplía horizontes y hace de la innovación
un continuo, actúan con estilo y talante propios, para hacer
de los colegios, referentes
de excelencia educativa.
Al fin, la razón última de estos centros escolares es
acompañar el crecimiento integral de los alumnos, muchos de ellos con discapacidad, y orientarlos hacia la experiencia de fe que
nace del encuentro con la persona de Jesús.
El sueño de M. Francisca por una
educación – que ella no había recibido-
la llevó a abrir caminos de inclusión para la persona con discapacidad
auditiva o visual y a la búsqueda de experiencias educativas
retadoras.
Hoy mantenemos su sueño. Lo hacemos desde una
propuesta inclusiva para el alumno de Infantil, Primaria, ESO o
Bachillerato y de forma cálidamente preferencial, para el niño con necesidades
educativas especiales.
El amor a los débiles, la
confianza en la fuerza provocadora de la educación y la intuición de que la persona es siempre un MÁS que pugna
por crecer y encontrar su lugar y reconocimiento, fueron marcando el camino de Francisca
Pascual. Ese camino fue su gran
contribución a la educación y la sociedad en aquel momento.
De ese convencimiento se nutre hoy
la propuesta educativa de las Hnas. Franciscanas de la Inmaculada que responde
al reto de la excelencia y la innovación
desde e impulso de muchos y la
suma de pequeñas innovaciones y proyectos reales. Un camino que emprenden en la Red de sus centros educativos, para
contribuir a Hacer siempre el Bien.
https://youtu.be/-ndkeOuhVEQ
Que grandeza la de esta mujer humilde que supo atender la necesidades de su tiempo,siendo hoy de mucha actualidad,trabajar en centro HFI, es todo un compromiso de vida
ResponderEliminarSomos muchos los que apasionados con nuestra vocación hacemos el bien en los colegios para que nuestros alumnos crezcan de manera integral. Gracias Madre Francisca
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