11 de enero de 2012

TIEMPO ORDINARIO DESDE VENEZUELA

Empezamos el tiempo ordinario. Tiempo ordinario, a nivel de liturgia y tiempo ordinario a nivel de actividades escolares. Todo vuelve a situarse en su lugar. Y ya sabemos que “ese lugar” es el trajín  diario, los conflictos sociales a los que tenemos que hacer frente, las incertidumbres y los sueños cotidianos... El empezar de nuevo sin otro objetivo que el vivir con esperanza y realismo confiado.

Nos vamos de Venezuela con el sentimiento de reto y serenidad amable de quienes saben que la lucha por la dignidad es algo mucho más necesario que la lucha por la supervivencia. La toma de conciencia de que lo que realmente está ocurriendo y se maquina es vital para el futuro de un pueblo amable, cálido y confiado. La decisión de llegar a una mesa de consenso y una actuación política que busque el bienestar real de todos los ciudadanos, sin partidismos, ni temores. El esfuerzo común por recuperar los paisajes naturales y urbanos con su belleza y su riqueza que garantice el bien material y el bien intelectual, emocional y espiritual. La defensa y respeto por todas las ideas y todos los credos, la inclusión por las etnias diversas y la danza y el canto multicolor. 

Y en esa tarea es donde nosotras podemos encontrar la expresión más fiel de una experiencia de fe en un Dios que se hace carne de nuestra carne y que nos envía a vivir en medio del mundo de modo ordinario, es decir con las alegrías y sufrimientos de nuestro pueblo, con las esperanzas y luchas de nuestra gente.  Con la apuesta decidida por superar el temor paralizante y la comodidad evasiva de quien lo tiene todo “seguro” y cierra los ojos ante la violencia de la muerte de los inocentes. Y con la urgencia de una fe que se alimenta de la buena noticia de Jesús, del programa ético de las bienaventuranzas, de su modo de vida, de su palabra liberadora y de su muerte y resurrección. Todo junto es el tiempo ordinario, que se ha nutrido del consuelo de la promesa, hecha realidad, de la alianza de Dios con su pueblo, dándole rostro concreto en Jesús.

Desde Caracas todavía, un abrazo de Aniuska y Carmen

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